miércoles, 19 de enero de 2011

Comunicar con la experiencia de ayer y el atractivo de hoy


Si para un período la programación radial era grabada, hasta el punto de incluir en esta modalidad a las revistas informativas y noticieros, ello nos permite analizar que fue un tiempo en que se avanzó en el docudrama, reportaje, la dramatización en programas informativos, constituyendo paradigmas a tener en cuenta y realizadores que crearon una escuela de documentalistas radiales.

Por una parte esta modalidad sedimentó lentitud en los programas, falta de frescura y monotonía, sin embargo el nivel artístico fue recreado en otros tipos de programas.

La concentración, en un momento determinado, de todos los informativos desde boletines hasta los noticieros, en una misma redacción dieron poca posibilidad al dinamismo y en sentido general las emisoras fueron perdiendo su audiencia y el por ciento de escucha se redujo a índices muy bajos.

Este hecho tuvo sus antecedentes en la programación general, cuando se convirtieron las emisoras nacionales en centros de transmisiones de lo producido por una dirección general de programación.

La necesidad de dinamizar la comunicación radial inducen a que las emisoras produzcan para sí, pero ya el mal estaba hecho y algunas plantas radiales no recuperan su estandarte aún cuando sus programas tenían una buena realización y los contenidos respondían a un entramado cultural significativo.

La experiencia de productos radiofónicos que lograron impactar en la vida de los oyentes de forma sensible y constituyeron un permanente atractivo de los símbolos artísticos, como aventuras, programas infantiles, novelas y programas musicales ya no fueron rescatados porque la dinámica social correspondía a otros tiempos.

En un primer momento, apelando a ser más directo, sencillo y claro se limita la utilización de palabras de poco uso para lograr mayor precisión pero ello pudo conducir a un empobrecimiento de la veracidad o accesibilidad.

En este tiempo también fueron incluidos temas que pretendían elevar el nivel cultural pero el resultado fue el de la desconexión con el programa o la emisora por parte de los públicos metas por un inadecuado empleo de los códigos radiales en programas especializados y la introducción de lenguajes en el medio pertenecientes a otras radiodifusoras como el aula por solo citar un ejemplo.

No es aligerar o simplificar los contenidos para hacerlos accesibles, para que se entiendan, es realizar lo que pertenezca en cada momento. No pretender embellecer un producto para impactar en el oyente sino lograr un terminado recuerdo.

Entonces se reclama de una producción radiofónica que descanse en la “disposición para” y la “capacidad de” que atenúe la fatiga del oyente, provocado por un discurso desmovilizador, donde se aproveche plena y expresivamente todos los elementos del lenguaje comunicativo. Recuperar la magia de la seducción y colocar en la atención de los oyentes el máximo aprovechamiento de la potencialidad expresiva a través de la adecuación en la programación teniendo presente las características del medio.

La radio es sometida a una enorme competencia de imágenes sonoras y también de funciones que le eran únicas o casi únicas como la transmisión de noticias y músicas. Hoy ese panorama ha cambiado y el espectro donde se puede obtener estos contenidos es variado y de calidad.

El empleo de toda la sabiduría, el talento y las técnicas de la comunicación a favor de lograr un producto radiofónico único es un reclamo inminente. Los tiempos han cambiado, los públicos tienen, por sus posibilidades reales, necesidades distintas y variadas que el medio debe intentar resolver.

Una producción expresiva respetará el principio de visibilidad y hará los mayores esfuerzos por “mostrar” sujetos y objetos a la imaginación del oyente. Pero mientras se afana por alegrar la vida con pasajes y relatos de optimismo, también debe procurar satisfacer el como mejorar la vida con elementos agradables.

El soporte sonoro necesita asumir el desafío de trasladar al oyente las sensaciones climáticas, sensuales, universales y gentiles haciendo sentir e imaginar todo lo que se le relata.

En esta actividad descriptiva el oyente alcanza reconocer la realidad imaginada por él de lo que escucha y hacer su propia versión de lo narrado por la radio. Hacerlo reaccionar ante el peligro y lo festivo sin dar lugar a lo dubitativo.

Para lograr mayor acción en este sentido la radio debe lograr que el oyente sea parte protagónico de su programación, sentirse responsable de los contenidos y alentado a la participación con un sentido de pertenencia al medio.

El ambiente creativo se puede crecer ante limitaciones materiales, hurgar en la experiencia y emplearla recreando la realidad actual. No es posible mantener sujeto a una señal a los públicos con aspectos y temas desvinculados de su situación emotiva, espiritual y material.

La radio no tiene otra alternativa que desarrollar su característica de compañía, solidaria individual en tanto se comunica con muchos.

Todo es posible si no seguimos por la brecha de la simplificación en los programas, que resultando novedosos en un momento determinado, envejecen con mucha rapidez porque se vuelven repetitivos, esperados y donde el pensamiento colectivo es poco empleado o se hace sin estrategias planificadas.

Pero una cuestión básica debe acompañar a todo el quehacer de la Radio Cubana en estos tiempos, enaltecer, con sus defectos y virtudes, el esfuerzo que la sociedad realiza en aras de perfeccionarse. Tener presente el protagonismo que las personas representan y su aporte la colectividad.

Con el arte podemos configurar, a través de obras especificas, la transmisión de expresiones emocionales y la radio en esa concepción artística posee un campo sumamente fértil. No autolimitar la creación, buscar la clave para comprender la función del arte radiofónico y propongámoslo aún más fuerte al servicio del oyente

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