Por Jorge Gómez Barata
El presidente Raúl Castro ha comparado el inicio de los debates en torno a los Lineamientos Económicos que serán sometidos al VI Congreso del Partido con un tren. El tren, la más vigorosa de las maquinas terrestres creadas por el hombre, simboliza la fuerza y la determinación del progreso que necesita también de conductores diestros, vías expeditas y de un horizonte despejado. Esa combinación es la que trata de lograr Cuba en un momento en que las opciones basadas en la ortodoxia se agotaron. La alternativa no puede ser más clara: “O rectificamos o ya se acabó el tiempo de seguir bordeando el precipicio, nos hundimos…”
Mientras disfrutaba la transmisión por televisión (diferida) de una atípica sesión en la cual el parlamento cubano se asomó al examen de los Lineamientos de la Política Económica y Social que forman la estrategia económica para las próximas décadas, el ministro de economía y planificación Marino Murillo Jorge, se internó en el examen de los 291 ítems del ambicioso programa, la imagen del convoy invocada por el presidente se hacía visible.
El ministro protagonizó un hecho inédito al estar presente durante varios días en la televisión nacional, instalando la imagen de un ejecutivo joven y competente, seguro de sí mismo que con habilidad razonó ante los diputados y el pueblo decenas de complicadas propuestas, decisiones, proyectos y directivas que regirán en Cuba durante largo tiempo. El alentador ejercicio resultaba también perturbador.
Si bien la exposición del ministro ayudó a convertir la lectura de 291 puntos yuxtapuestos, en una visión de conjunto, permitiendo asimilar el listado de objetivos y metas como un programa cuyo cumplimiento está sujeto a condicionamientos diversos; el ejercicio resultaba preocupante.
Por momentos daba la impresión de que el país y la economía nacional, eran asumidos como si se tratara de una empresa cuya gestión se planifica linealmente, se administra desde un centro y se evalúa a partir de indicadores financieros y fiscales, costos y beneficios. El fantasma de la excesiva centralización y verticalización, del autoritarismo y del voluntarismo no dejaban de ser inquietantes.
Mientras el ministro explicaba los componentes de la propuesta global, definida como “actualización”, hubo momentos en que me pregunté si en realidad se referían a cambios para transitar hacía un modelo económico diferente o de parches para tratar de hacer funcionar el existente. Al final del intenso ejercicio el ponente logró una simbiosis convincente porque incluye ambas cosas: hay cambios sustantivos que pueden profundizarse y medidas para incorporar eficiencia a la economía estatal. Sobre esos dos pilares: reforma y continuidad, la sociedad cubana puede avanzar hacia una diversificación económica y social, intentando mantener el consenso que sirve de base al proyecto socialista.
La eficaz participación del Ministro de Economía preparó la escena para que el parlamento y el país, asimilaran la definitoria exposición del presidente Raúl Castro quien, en la que probablemente sea la aparición más decisiva en su actividad revolucionaria, expuso los rumbos y los caminos por donde marchará el proceso revolucionario, alertó de los obstáculos visibles y de otros que pudieran aparecer y, de modo sereno aunque categórico, expuso lo dramático de la coyuntura y la estrategia para intentar superarla exitosamente.
El discurso del presidente, cuyo examen no cabe en estas notas, tiene el merito de parecerse a la realidad como una gota de agua a otra; cosa que lo hace diverso, tenso, enérgico e incluso contradictorio a la par que realista, esperanzador y sobre todo definitorio de un curso en el cual no hay opciones para el retroceso. Tengo la impresión de que Raúl ha meditado lo suficiente, se ha tomado el tiempo necesario, ha sacado las conclusiones pertinentes, seleccionado las mejores variantes y decidido para dar luz verde al tren.
Entre lo más alentador se encuentran sus alusiones a la Conferencia del Partido que seguirá al Congreso y que se adentrará en reflexiones de fondo acerca de la institucionalidad nacional y las medidas para perfeccionar estructuralmente al Estado, definir el papel del Partido y los métodos y estilos de trabajo de las organizaciones sociales, por medio de las cuales se realiza la participación popular, se expresa la sociedad civil y es posible vivir la democracia socialista.
La idea de que una vez definido los contornos del modelo económico y puesta en marcha las reformas, el país puede adentrarse en reflexiones múltiples para perfeccionar también el sistema político e introducir en las instituciones y las prácticas la renovación que le permita avanzar en la necesaria democratización de la sociedad. Apreciado en su conjunto se trata de un proyecto, aunque sumamente complejo, viable.
La alusión de Raúl a poner fin a la secretividad que forma una especie de síndrome de misterio que resta transparencia a la gestión gubernamental; así como las facultades otorgadas al Ministro de Economía para exponer los problemas, las metas y los desafíos económicos que el país enfrenta, indican la voluntad de gobernar a puertas abiertas y con una real y decisoria participación de la ciudadanía. Esos elementos junto a la reiterada voluntad de eliminar prohibiciones absurdas y la apelación para que las opiniones diferentes sean no sólo respetadas, sino también consideradas, son pasos en la dirección correcta y magníficos auspicios.
El presidente descartó el pesimismo sin alentar los excesos triunfalistas, no creó frases ni elaboró consignas. Su discurso, a la vez que expresión de la continuidad, evidencia la voluntad de rectificar, innovar y de relanzar el proyecto revolucionario. Luego les cuento.
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