sábado, 18 de diciembre de 2010

COMUNICAR CON PRECISION

No poca veces nos encontrábamos con la cacareada libertad de expresión y la condena para quien no la dejan ejercer. Junto a este “mal” de libertad de expresión se ubica la falta de democracia, derecho que solo esta reservado a las democracias representativas donde lógicamente es más democrática la persona que tiene dinero y menos democrático el que ni sabe leer.

Todo esto pasa por un tapiz de “objetividad” donde el rico esta destinado para saber y gobernar y el pobre para servir y ser gobernado. No es así como se presenta esta filosofía, lógicamente la enmascaran en un lenguaje que debemos creer.

Los últimos hechos en Venezuela donde no se le renovó la licencia de transmisión a un canal privado de televisión, fue objeto de protestas hasta de la Secretaria de Estado de los Estado Unidos por considerar que esa decisión reduce, según los enemigos de la Revolución Bolivariana, la libertad de expresión en Venezuela. La libertad de expresión a que se refieren es a la portadora de mensajes para la indisciplina social, el desorden público. Si se pone orden, se alerta sobre este proceder entonces ese gobierno no deja que se expresen los ciudadanos.

Se puede tener miles de horas de radio y intentos de televisión para subvertir el orden de un país y hay que quedarse con los brazos cruzados en gesto de permitir la libertad de expresión, permitir que una lluvia acida de mentiras lleguen a los hogares y no se haga ninguna acción para permitir que llegue el mensaje “esclarecedor” de los que pretender provocar el caos en nombre de la democracia y la libertad de expresion.

Cuanto usted examina diariamente las diferentes agencias de noticias para ver que se ha publicado, los temas sobre Cuba y ahora también Venezuela solo encuentra lo que intenta desmeritar la obra social que ambos países están empeñados en construir no solo para mejorar a sus pueblos sino para que con ella se alcance a todos los necesitados posibles.

Ante estos retos es necesario esclarecer con argumento a los públicos sin que se pretenda dictar recetas pues como respondiera José Saramago,[1] Premio Nobel portugués: “yo soy un médico incapaz de curar pero hago diagnósticos estupendos", bromeó.

La superficialidad en nada ayuda en esta batalla donde los argumentos constituyen los proyectiles que defienden las ideas por la que Marti, Bolívar, el Che, Fidel, Chávez han dedicado tantos esfuerzos en transmitir en diferentes épocas pero con las mismas premisas de mejorar la sociedad en la que les toco vivir.

Estudiar el pensamiento revolucionario, hacerlo llegar a los diferentes públicos es la tarea más urgentes que tenemos los que de una manera u otra trabajamos en los medios de comunicación. Conocer cuales son las realidades en primer lugar para no dar lugar a improvisaciones subjetivas que permitan crear falsas expectativas y en segundo lugar lograr persuadir que la tarea de mejorar socialmente y de luchar contra el enemigo en estos momentos es ser eficiente y que el producto de lo que hagamos sea eficaz.

Cuando actuemos así nuestros públicos comprenderán mejor que hablamos, que habla el enemigo y ha cuantos incautos podemos esclarecer.

Los medios de comunicación hoy tienen una gran responsabilidad en la educación social, lógicamente los que elaboramos los mensajes no tenemos ni tiempo ni derecho a dejar de ver lo que es interesante y es esperado por nuestros públicos, porque de no hacerlo ello contribuye a la desmotivación, alimenta el desconcierto y se pierde la empatia con el medio.

Es imprescindible que logremos captar en el caudal de información que nos llega lo que sea más relevante y no nos dejemos impresionar por los ingredientes de sensacionalismo o de adjetivaciones que no en pocas ocasiones pretender ocultar ineficiencias o alejarse de los intereses de informar con honradez.
La inmediatez no puede ser hermana de la superficialidad, se debe informar con rapidez pero con toda la severidad que aconseje lo que queremos informar. No dejar cabos sueltos en ara del tiempo pues en no poca veces esos cabos han resultado ser los claves de los que se debía informar.

La verificación de los datos no solo puede ser con la fuente que informa, es necesario, en algunas ocasiones, que busquemos otros aspectos de esos datos para corroborar que al confeccionar el mensaje tenga la mayor precisión posible sobre lo que vamos a comunicar a nuestros públicos.

En la comunicación prevalece los diferentes puntos de vistas y estos estarán dado por la cultura tanto del que emite como del que recepciona. Por tanto la objetividad informativa, proceso subjetivo de apreciación, estará sujeta al proceso que sea sometida por el profesional de la comunicación donde no solo la experiencia logra resolver sino la profundidad y firmeza con que se evalué los datos y las situaciones que hacen merecer ser informadas.

[1] EL PAÍS - Sociedad - 31-07-2004

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