miércoles, 1 de diciembre de 2010

EL ARTE RADIOFONICO

Desde el mismo surgimiento de la radio se ha visto cómo las energías productivas y analíticas aplicadas en el campo tecnológico han sido superiores a las invertidas en su dimensión artística. Muchos no han tomado en cuenta el carácter subjetivo de la transmisión de los mensajes, de imágenes y lo caracterizan como aspectos especulativos y de no asentarse en claros y serios fundamentos de carácter científico, por tal razón excluyen a las ideas, emociones y valores. Aceptar ese desalojo haría imposible el estudio del arte en general y del radiofónico en particular.

Por otra parte medios de mayor connotación como la televisión, Internet han acaparado el espectro de interés comunicacional y vuelve la radio a quedarse desprovista de una sustentación teórica que la valide en estos tiempos donde conceptualizar una estética radial renovada, actualizada y de sinergia actuante con sus públicos es impostergable.

Si coincidimos que uno de los recursos expresivos de la radio es la motivación lógicamente la creación de símbolos que representen la arquitectura de un discurso radiofónico imaginativo y a su vez de gran sensibilidad humana.

La época de los estereotipos ha sido superada ampliamente por la inteligencia creativa del ser humano y la radio, necesariamente, como medio de transmisión de valores esta llamada a levantar el estandarte de la producción de obras de arte, productos radiofónicos que resulten del ensamble armonioso de sus componentes discursivos. El arte se manifiesta cuando los textos sonoros amalgaman materiales amasados con la especificidad de lo estético y cuando se obtienen mensajes expresivos a partir de atributos como la multisensorialidad, sinestesia, registro de los relieves, principio de visibilidad, criterio de movimiento y verosimilitud. Entonces, también la radio despliega la actividad central del arte que consiste en expresar emociones.

Hoy en la radio tiene un peso muy grande los programas en vivo, y es mi criterio, a muchos le falta un ensamble armonioso en su discurso radiofónico, ello puede conducir a despojar de fuerza expresiva los valores que se quieran transmitir, aunque en muchos la naturalidad le da vida y acercamiento entre conductor y oyente pero lo emotivo aparece en menor grado. El empaque del producto radiofónico no guarda equilibrio en los componentes del lenguaje radiofónico y los tiempos son desproporcionados. No en pocos el atropello de ideas o mejor de palabras interfieren el mensaje que se quiere expresar por lo que deja sin efecto lo que se quiere y se convierte en ruido todo lo que le oyente escucha.

Alguien puede estar pensando que estoy en contra de la programación en vivo, nada más alejado de mi pensamiento pero si creo que todos los creadores de la radio debemos pensar como lograr que este tipo de programa crezca y aunque sin perder naturalidad se logren representar imágenes a través de símbolos que ganen fuerza expresiva y validen un producto radiofónico de mayor estatura.

Ahora bien, conscientes que la palabra juega un papel importante a pesar de diversas formas que se presenta la perspectiva para interpretar al mundo a través de la imagen, algunas voces lo hacen desde la convicción y un acentuado optimismo. Roland Barthes, el semiólogo francés advirtió que el grano de la voz era la materialidad del cuerpo, señaló también que la nuestra es una civilización de la palabra; a pesar de la invasión de las imágenes. Y Gabriel García Márquez no duda que la entrada de la humanidad al tercer milenio se realizará bajo el imperio de las palabras.

Luego entonces conjugar la palabra con los demás elementos del lenguaje radiofónico será el reto que queda a la creación de los artistas de la radio, porque aunque estemos de acuerdo con lo expresado en el párrafo anterior la radio en más que eso.

Los textos sonoros, llamémoslo así, deben concebirse como una mezcla de materiales aglutinados con la especificidad de lo estético. Cualquier análisis del discurso radiofónico debe considerar no sólo los contenidos que representa y el contexto en que se produce, sino también los recursos expresivos que utiliza.
No es conveniente concentrar toda la atención en el contenido y minimizar la forma al rango de una cuestión secundaria. El arte consiste en dar forma y sólo ésta convierte un producto en obra de arte. La forma de ésta es algo permanente, oportuno y esencial. Toda realización encuentra en la experiencia transmitida su seguridad, el orden necesario al arte y a la vida.

Las experiencias artísticas no se generan de la nada, sino que presuponen una experiencia psíquica o sensual–emocional y son producidas en un nivel intermedio de la experiencia entre lo psíquico y lo intelectual que llamamos conciencia. Su origen radica en la naturaleza del hombre como un ser pensante.

“Para algunos filósofos, la especificidad de lo estético viene definida por dos criterios: uno es la expresividad y el otro la plenitud. La expresividad es la utilización de los materiales de un medio de manera vivaz, triste, iracunda o potente. La plenitud consiste en el uso total de las potencialidades del medio.
Algo muy parecido podría decirse acerca de la producción radiofónica. Su estética descansa en la “disposición para” y la “capacidad de” utilizar plena y expresivamente todos los materiales de su discurso, con miras a captar y conservar la atención de los oyentes, impresionarlos emotiva y sensorialmente y proveerles deleite perceptual.”

En América Latina, por solo poner ejemplos cercanos, en el afán de abaratar los costos en las emisoras eliminaron las producciones más complejas –dramatizaciones, adaptaciones, etc.–, que demandaban mayor tiempo de realización y especializaciones diversificadas –guionistas, actores, musicalizadores, especialistas de efectos sonoros, etcétera-. Esto condujo a que en el terreno conceptual la radio quedara vacía e imperara los programas musicales baratos sin que ellos aportaran mas cultura que la que encerrara en si mismo la obra difundida que no siempre era representativa de los valores culturales de su genero, región o país.

El arte, entonces, comienza a configurarse cuando una obra se plantea el definitivo propósito de expresar emociones. Esta concepción artística posee un campo sumamente fértil en la radio. La clave para comprender la función del arte radiofónico consiste precisamente en desarrollar las emociones, que el oyente se sienta identificados con personajes, conductores. Sentirse cautivado por los temas que se aborden, en tanto que se entretiene reconocer que ello le ofrece aspectos novedosos del saber y en definitiva que se logre que lo que se propone guste.

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