Por Jorge Gómez Barata
Lo realmente novedoso en el affaire Wikileaks, no es el contenido de las informaciones sino la exposición pública del lado oscuro de la diplomacia. Habilitados para representar a sus países en el extranjero, realizar evaluaciones y trasmitirlas mediante mensajes cifrados trasegados por correos propios, es la principal ocupación del cuerpo diplomático que cuando no tiene algo importante que evaluar, analiza lo trivial y cuando no posee informaciones sustantivas, las inventan. Los gobiernos propios y aquellos antes los cuales se acreditan saben esto, lo toleran, lo padecen e incluso lo disfrutan.
Tratándose de Estados Unidos, un imperio con gigantescas embajadas en todo el mundo y cuyos intereses nacionales forman un espectro de intereses que incluyen lo humano y lo divino y a cuyos servicios especiales les interesa la vida y milagro de gobernantes y personalidades relevantes de todas las esferas y países, sus informaciones diplomáticas y consulares de volumen faraónico contienen tanto evaluaciones atinadas como disparates, chismes de alcoba y comentarios de terceros, elaborados y trasmitidos con la creencia de que jamás serian expuestos a la luz pública: Wikileaks ha roto la regla y exhumado la parte sucia y en ocasiones sórdida de la más elegante de todas las profesiones.
Lo mejor del brete es que expone al escrutinio público y divulga por todos los diarios y revistas del mundo, agencias de prensa, emisoras de radio y canales de televisión y miles de sitios digitales, las comunicaciones y evaluaciones más intimas de la diplomacia norteamericana. De ese modo, todo el mundo sabe ahora en qué emplean su tiempo y sus talentos las ilustres e inaccesibles criaturas, que protegidas por inmunidades y con licencia para espiar, también dicen y hacen tonterías, se hacen eco de infamias y calumnias, manipulan y son manipuladas.
No obstante, lo más sustancial de las revelaciones de Wikileaks, no son los detalles que colocan a la diplomacia norteamericana ante sus inconsecuencias, revelan la intimidad de las relaciones entre los diplomáticos que se espían los unos a los otros, se entrometen en los procesos políticos nacionales, arman conspiraciones y tejen intrigas, sino la reacción de pánico, estupor de un imperio humillado por una guerrilla tecnológica que desnuda a una potencia que de pronto parece un Supermán con pies de barro.
En realidad Julián Assange y sus colaboradores no han abierto una Caja de Pandora sino varias, entre ellas las relacionadas con el carácter secreto de la diplomacia, la pertinencia de los privilegios diplomáticos, los conciliábulos entre en territorio de terceros países, las prerrogativas del personal de las embajadas para entrometerse en los asuntos internos de los países en que prestan servicios y la utilización de sus sedes protegidas por la extraterritorialidad para conspirar.
La principal expectativa reside en el alcance que tendrá la reacción de Estados Unidos y otros países involucrados frente a las revelaciones que ponen a prueba los criterios más sólidamente establecidos acerca de la libertad de expresión y el carácter independiente de la prensa. La detención en Londres de Julián Assange, la negativa del juez británico a liberarlo bajo fianza y las amenazas de deportación auguran un debate trascendente.
Al margen de la obvia manipulación que representan las acusaciones a Assange, que pretenden alejar el tema de sus reales connotaciones políticas y de seguridad, cubriéndolo con ridículas acusaciones por no haber utilizado condón en relaciones sexuales consentidas con veteranas en lides de alcoba, librando contra él vía Interpol una orden de arresto internacional semejante a la que pesa sobre Ahmed ben Laden, la verdadera discusión radica en saber si el gobierno norteamericano y otros de los países más poderosos del mundo están dispuestos a ser consecuentes con la libertad de expresión cuando son ellos los que resultan puestos en solfa.
A ello se suman las curiosas ramificaciones que comienzan a florar y que involucran a una cubana residente en Europa, relacionada con actividades anticastristas con elementos presuntamente socialdemócratas en un lugar tan remoto como Suecia; tal vez la arquitectura de la acusación contra Assange y Wikileaks, tenga todavía interesantes facetas que revelar.
Puede ocurrir también que los aderezos sexuales del asunto y la trágica historia de un condón dañado y de un galán tan fogoso que realiza sexo con una dama dormida, sean un recurso para manipular el entuerto y restar seriedad a un asunto que puede conmover los cimientos de una, hasta la víspera respetable institución como es la diplomacia occidental. Por ese camino Assange puede ser presentado como un Don Juan de Pacotilla y Wikileaks como un libelo.
En cualquier caso las primeras revelaciones, realizadas bajo el prisma de la selectividad de las políticas editoriales del Time de Nueva York, El País de España, Der Spiegel de Alemania, The Guardian de Londres y otros que filtran según sus propios criterios y publican a cuentagotas el material entregado por Wikileaks, indican cierta tendenciosa al prestar más atención a chismes intrascendentes acerca de Venezuela y Chávez que a conflictos de tanta relevancia como aquellos que envuelven a Israel y a Estados Unidos en escenarios de todo el mundo y no sólo en Afganistán, un conflicto respecto al cual la opinión pública está saturada.
La expectación en los próximos días, más que en las revelaciones, se centrará en ver el modo como los estrategas del imperio manipulan el asunto, no sólo para salir airosos sino para obtener algunas ganancias. La pregunta del momento es: Dónde está la Trampa. Allá nos vemos.
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