Para hablar, comunicar, persuadir, informar y recrear en la radio no solo es querer sino contar con requisitos imprescindibles que permitan lograr impacto en el público de lo que se desea transmitir.
Como ocurre en cualquier medio de comunicación, el periodista radiofónico encargado de la programación informativa, tiene sobre sus espaldas la responsabilidad de comunicarse con los receptores. Su trabajo y sus cualidades están al servicio de los oyentes, en primer lugar, y en segundo, para la emisora que trabaja.
Todo lo que se diga debe cumplir con el principio de la ética del medio y de su profesión. Se deben abordar los temas a transmitir, conociendo las fuentes de las noticias y las formas expresivas de plasmar los informativos.
No cualquier periodista es apto para ponerse ante un micrófono. Para ello necesita tener una voz eufonía, donde cuente con buena vocalización, entonación, ritmo y actitud. El comunicador de radio debe tener una voz cuyo timbre, intensidad y tono logren empatia entre ambos, comunicador y oyente.
La capacidad de improvisación muestra la preparación profesional y con ello se logra cualquier dialogo con fluidez, naturalidad, sin palabras fueras de lo común. Dialoga con la persona presente y para los oyentes sin que existan diferencias sustánciales.
Algo que se destaca en el comunicador es su agilidad y cambios de giros, sin ser abiertamente llamativos, ello posibilita una interrelación dinámica con el entrevistado en vivo y hasta de cierto encanto para el público escucha.
La amabilidad, como expresión de sencillez y modestia da cierta confianza al dialogo del comunicador con el entrevistado y permite fluyan aspectos interesantes sobre el tema abordado
Hay que medir y sopesar cuidadosamente todas las palabras que acudan a los labios en respuesta al juego imaginativo. La palabra soez o de doble significado, una vez pronunciada ante el micrófono, ya no puede recogerse.
Hay que evitar la “muletilla”, bien sea de frase o de palabra. El locutor, periodista o comunicador no debe tener este defecto. Jamás se deberá arrastrar o repetir palabra alguna, evitando por todos los medios el tartamudeo de la sílaba o de la palabra o la sensación del mismo, soportable acaso para el público presente, pero no para el oyente.
La sencillez, evitando “el yo” ante el micrófono y valorando el hecho, pero jamás autovalorándose a sí mismo. Todos los que a través del micrófono se dan continuo autobombo de sí mismos en las mil y una formas que existen, terminarán siendo recusados por el público, quien, como el buen receptor, no admite la vanidad.
Huir de la frase hecha, de lo vulgar y de la adjetivacion. La sencillez en la expresión y la máxima claridad en las frases son las armas decisivas del locutor en la conquista del público.
Emplearse en facetas de la comunicación sin tener habilidades como el cuento o chiste humorístico tratando de crear un clima propicio siempre logra el efecto contrario no solo en el participante sino también en el oyente.
Es reconocido en toda la literatura sobre este tema que la preparación profesional transita no solo por el nivel académico, importante pero no el único, sino por la autopreparación, el ejercicio de la profesión y la atención a los cambios que se producen en la técnica de la comunicación.
No se trata solamente de transmitir mensajes o programas musicales, sino de hacer que el oyente se sienta cercano a lo que el comunicador le dice. Todo debe lograrlo mediante su buena voz y la actitud de cercanía que se logre entre sus oyentes. Pero para ello se exige un lenguaje preciso y de calidad. Se puede utilizar el lenguaje normal pero sensible. El receptor se siente contento porque lo comprende todo sin tener que hacer muchos esfuerzos mentales.
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